GESTACIÓN SUBROGADA: ¿QUÉ ESCONDEN LOS CONTRATOS A LAS MADRES GESTANTES?

GESTACIÓN SUBROGADA: ¿QUÉ ESCONDEN LOS CONTRATOS A LAS MADRES GESTANTES?

Por Rebeca Santamarta, comunicadora y protocolista, actualmente en formación en marketing digital. Madre y defensora de una crianza respetuosa, en comunidad y feminista 

Quizás si pienso en la gestación subrogada el primer ejemplo que me viene a la memoria es el de la serie Friends, con Phoebe accediendo a ser vientre de alquiler de manera desinteresada para su hermanastro y su mujer. Se trataba de algo hasta entonces prácticamente desconocido, tratado desde el humor y sin profundizar, y ahí, en esa escena, me quedé durante años, pensando en la generosidad de Phoebe que, sin embargo, ninguna de sus amigas se atrevería a imitar.

Los vientres de alquiler no son por tanto nada nuevo, aunque estén ahora en el centro del debate social, económico y también hayan llegado a la política. El caso de Ana Obregón disparó las alertas en el contexto español y a él se unieron casuísticas que no vienen más que a reflejar que la gestación subrogada es un negocio en auge en el sistema capitalista.

Hay quienes defienden este sistema poniendo como límite que se trate de un acto entre familiares o de simple altruismo. Pero, ¿es más aceptable dicha práctica si la mujer no cobra pero sí lo hacen las personas y empresas intermediarias? ¿Cuánto le cuesta a una gestante estar a merced de un contrato sobre su vida durante su embarazo?

En Estados Unidos, donde la gestación subrogada es desde hace años una práctica legalizada y arraigada, las madres gestantes sí reciben altas sumas económicas y la familia se ocupa de los gastos médicos derivados, pues allí no hay sanidad pública ni apenas bajas por maternidad. La legislación en aquellos países que han admitido esta figura cuentan con normativas que aplican de manera diferente en lo relativo a edad de la gestante, la remuneración (o no), el tipo de pareja o la situación médica de la madre de intención. Curiosamente, en donde la ley solo acepta la gestación altruista, apenas hay mujeres anónimas dispuestas a acoger en su vientre durante 9 meses a un bebé que no criarán, lo cual convierte a estas leyes en una puerta abierta para admitir a bebés gestados fuera de sus fronteras. En España, los vientres de alquiler son ilegales, pero existen atajos con los que lograr inscribir a los bebés nacidos en el extranjero, como propios de la familia. Contra esta ventana abierta se posiciona el feminismo, para no permitir la explotación de mujeres en el extranjero y así engañar a las leyes.


El deseo sobre el derecho

La gestación subrogada es un negocio basado en el deseo convertido en derecho, que antepone a quien desea un bebé por encima de las necesidades de la propia criatura y de la mujer que lo ha engendrado. Es la explotación de la mujer con fines reproductivos, una explotación del bebé como producto y de la mujer como continente.

Y cuando se da vía libre al deseo, el único límite está en el coste; así, si el proceso de la gestación subrogada tiene un alto precio en Estados Unidos, la alternativa más económica se encuentra en el este de Europa, en un país en crisis económica y ahora en guerra como es Ucrania, donde la desesperación lleva a miles de mujeres a recurrir a esta opción para conseguir ingresos con los que mantener a sus familias.

Por tanto, quienes defienden dicha forma de engendrar bebés esgrimiendo como válida la libertad de decisión de las mujeres que deciden someterse a esta práctica, no tienen en cuenta que estas se encuentran en su mayoría en situaciones extremas o de pobreza, mujeres que además han de firmar contratos en los que sus derechos quedan relegados a favor de las personas "receptoras" de ese hijo o hija, que coartan su libertad de movimiento, trabajo, relaciones o incluso alimentación, poniendo sobre papel requisitos acerca de su modo de vida y obligándolas a vivir alejadas de sus familias en los últimos meses de gestación para acudir a las llamadas “granjas de mujeres” en pésimas condiciones, que afectarán a su salud psíquica.

No nos rasguemos ahora las vestiduras por el último caso mediático ni nos quedemos con la anécdota: el feminismo lucha por la abolición de esta práctica que solo enriquece a grandes firmas jugando la baza de la desesperación. No olvidemos qué triste fue leer todas esas noticias al comienzo de la guerra de Ucrania, en la que las familias suplicaban poder rescatar a sus bebés y traerlos a España pero no se sabía nada sobre el estado físico y mental de unas madres gestantes a final de un embarazo o en el puerperio, sin el bebé engendrado bajo las bombas y abandonadas a su suerte. Mujeres que no podían abandonar el país, mujeres atemorizadas, pues si su situación ya de por sí era dura, había empeorado lejos de sus familias.

El cuerpo de la mujer vuelve a ser objeto de negocio, de tráfico: se comercia con él a través de la prostitución, de los matrimonios infantiles, de la dote, y ahora también de su capacidad de gestar. Bajo el mantra de la libertad se esconden la pobreza, la marginación y la desesperanza, motivos suficientes para que una mujer arriesgue su vida por un embarazo, que si bien es un proceso natural, no está exento de peligro cuando las condiciones sanitarias no son las óptimas.

Y si las mujeres son una moneda de cambio, también lo son sus bebés, en ocasiones abandonados cuando a mitad del embarazo hay desavenencias en la familia, o cuando nacen con alguna discapacidad o característica no deseada. En nombre del dinero se está volviendo a usar, comprar y tirar seres humanos si no responden como desea quien paga, volviendo a un nuevo tipo de esclavitud en pleno siglo XXI.

En este otro artículo ya expusimos claramente, allá por 2019, la clarísima posición del feminismo contra la gestación subrogada: https://perifericas.es/blogs/blog/maternidad-subrogada-como-posicionarse-desde-el-feminismo

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