Por Ana Fernández Quiroga, licenciada en derecho y Máster en Género e Igualdad
El mundo esta incendiado tras el asesinato de George Floyd. Unas imágenes que dejan sin aliento a cualquier ser humano. Una imagen que ha prendido una llama, una llama que espero que acabe con más Justicia Social.
Pero estas imágenes me hacen reflexionar sobre otras, y me hacen ver un paralelismo. Hablo del asesinato de Ana Orantes. Cuando se perpetró el asesinato de Ana Orantes, allá por el año 1997, nuestro país fue testigo directo de la violencia, no de la misma manera que en el caso de Floyd, pero claramente con un impacto social que provocó que se diese un paso muy importante a nivel legislativo en materia de lucha contra la violencia de género. Sin embargo, se avanzó más de lo que la sociedad estaba dispuesta a aceptar. Me explico: la mayoría de las personas estaban en contra de un asesinato de una mujer a manos de su marido, eso era incontestable. Sin embargo, todavía había muchas violencias machistas que estaban siendo invisibilizadas, “toleradas”, no detectadas …
Tal circunstancia y las limitaciones que conllevaban condujeron a aprobar una Ley, La Ley Integral de Violencia de Género 1/2004, de 28 de diciembre, siete años después del asesinato de Ana Orantes. Esta Ley hace mucho más que condenar especialmente los asesinatos: se crean juzgados específicos, recursos específicos, tipos penales específicos... Es decir, prácticamente cambia todo el marco a nivel jurídico en materia de violencia de género. ¿Estaba la sociedad preparada para ello? ¿Las personas que condenaban el asesinato de Ana Orantes, estaban preparadas para condenar también la violencia económica o la violencia sexual dentro del matrimonio?
Son preguntas que no puedo contestar yo, ni puedo contestar en un solo artículo. Pero tras ver cómo los partidos de extrema derecha hablan de “ideología de género” y los comentarios en las plataformas de corte machista, sin duda el contexto actual conduce a muchas reflexiones al respecto. También da que pensar que, en época de Coronavirus, las personas que se han condenado públicamente por imprudentes solo hayan sido las feministas, por manifestarse un 8M. Parecen pruebas suficientes para darnos cuenta de que una sociedad que condena un asesinato machista no quiere decir automáticamente que sea una sociedad feminista.
Sin querer hacer excesivas comparaciones, el asesinato de George Floyd me ha hecho reflexionar sobre este asunto. Entiendo la unión de gran parte de la sociedad estadounidense y global respecto a un hecho absolutamente despreciable. Sin embargo, la palabra discriminación, al igual que la palabra violencias machistas, implica mucho más que asesinato. Son, como suele llamarse, la punta del iceberg. Para aceptar lo que está en el fondo hay que renunciar a muchos privilegios a los que no estoy segura de que la parte beneficiada por cada una de estas situaciones de injusticia social quiera renunciar.
O, ¿alguien de los que ha puesto la imagen negra en sus redes sociales el pasado martes esta preparado para dejar de usar expresiones como “moro” o como “trabajar como un negro”?
Las mujeres migrantes sufren especialmente el racismo y la discriminación y a menudo caen en redes de trata. Este curso reflexiona sobre todo ello: https://perifericas.es/collections/cursos/products/trata-y-derecho-de-asilo-de-mujeres-migrantes