CULTURA AU PAIR: LAS CUIDADORAS INVISIBLES

CULTURA AU PAIR: LAS CUIDADORAS INVISIBLES

Por María Camacho Gavilán, graduada en Pedagogía y estudiante del Máster en Igualdad y políticas de Género de la Universidad de Valencia. Trabajó como au pair para una familia irlandesa durante un año

El feminismo hegemónico y occidental esconde bajo los conceptos de empoderamiento, progreso e igualdad, múltiples casos de discriminación y vulneración hacia la propia mujer, como es el caso de las llamadas au pair.

El programa Au pair, es  un intercambio cultural, entre jóvenes, (frecuentemente mujeres bilingües, solteras y sin ninguna carga familiar) y familias (normalmente de origen anglosajón), que acogen a estas personas en sus casas para que se encarguen del cuidado de sus hijas e hijos, a cambio del aprendizaje del idioma de la región, una paga semanal y  vivir en su propia vivienda sin pagar ningún extra.

Sin embargo, este programa de intercambio cultural ha ido cambiando de tal forma que hoy en día es una forma de proveer trabajo del cuidado a bajo coste a nivel internacional.

Estas “buscavidas” viajan y se trasladan a otra región o continente en busca de un progreso personal, profesional y/o lingüístico, pero a menudo  el aprendizaje de un idioma se convierte en un mecanismo legitimador de desigualdades culturales en pleno siglo XXI.

Esta inmersión lingüística es positiva en lo referente al aumento de conocimientos en una lengua que no es la tuya propia, vivencias y experiencias nuevas,  pero también resulta negativa  en lo referente a la nula regulación  legislativa y política existente al respecto.

Podemos situar a las Au Pair en el mismo nivel que las mujeres que se encargan de realizar trabajos de cuidado de hogar y cuidado familiar, porque aunque esté maquillado de intercambio cultural, es un puesto laboral no regulado.  Esto se debe a que las tareas que son asignadas a las au pairs se relacionan con aquellas que realizan las trabajadoras domésticas. Y como ocurre con ellas, no hay un reconocimiento de las instituciones ni de ellas mismas como trabajadoras. Son, también, las precarias cuidadoras invisibles.

 

Puesto precario, irregular, patriarcal y jerarquizado

En primer lugar, precario, porque teniendo en cuenta el alto nivel de vida de los países que suelen tener más afluencia de estos “intercambios”, el sueldo no cubre las horas, dedicación, esfuerzo y responsabilidad de cada día.

En segundo lugar, es  irregular en el sentido en que, durante la temporada en que estas jóvenes están ejerciendo como au pair, no constan en ningún lugar, ni consiguen una acreditación regulada. Trabajan sin ningún contrato legal, sin seguro médico ni cotización laboral.

No nos podemos olvidar de la estructura patriarcal de estos empleos. Hemos mencionado anteriormente que la mayoría de los perfiles au pair son mujeres, puesto que la condición femenina está tradicionalmente relacionada con el cuidado y el trabajo doméstico, y  el trabajo reproductivo que se realiza en el ámbito privado del hogar queda naturalizado como un deber propio del rol femenino.

El tinte jerarquizado lo pone la propia familia de acogida, ya que normalmente, sigues siendo la niñera extranjera, tienes una posición inferior, y por lo tanto,  notas esa distinción racial y social.

Y esta jerarquización da paso a una situación vulnerable. Cuando emigras, en ocasiones, la condición de extranjera te conduce sin darte cuenta,   aceptas y afrontas condiciones y situaciones laborales que no se corresponden con las expectativas puestas en ese puesto de trabajo.

Así pues, te enfrentas a jornadas laborales  de más de ocho horas, sin la correspondiente remuneración, tras asumir tareas que no se deberían llevar a cabo, relevando así, toda  la responsabilidad del cuidado del hogar y familiar a la figura de la Au pair.

¿Qué sucede cuando te encuentras en este caso? ¿A quién acudes? ¿Dónde refugiarte en una ciudad que no es la tuya?

La sociedad en la que vivimos se rige bajo un sistema neoliberal que ha privatizado necesidades sociales, entre ellas la del cuidado. Por eso, debería ser imprescindible la construcción de un auténtico puente político que regule y controle este nuevo esquema migratorio. 

 

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