CRIMINOLOGÍA PATRIARCAL Y DELINCUENCIA FEMENINA

CRIMINOLOGÍA PATRIARCAL Y DELINCUENCIA FEMENINA

Por Noelia Aranda, graduada en Criminología, Máster en intervención criminológica y victimológica y co-autora del libro Criminologías específicas

Las investigaciones sobre teorías criminológicas han obviado durante muchos años la delincuencia femenina, ya que en comparación con la masculina era notablemente inferior. Por tanto, aplicaban las teorías creadas para hombres en ellas y trataban a las delincuentes como mujeres “anormales” o  “locas”. En este artículo vamos hablar de los enfoques tradicionales de la criminología, poniendo de manifiesto su claro sesgo patriarcal.

Los primeros estudios sobre criminalidad femenina relacionaban la delincuencia con los procesos hormonales. Por ejemplo, surgieron la Teoría de la sexualidad precoz, que afirmaba que las niñas que iniciaban su vida sexual activa a corta edad se involucraban en conductas antisociales, o la Teoría del síndrome premenstrual, que señalaba que durante la premenstruación y menstruación las mujeres sufrían grandes cambios hormonales que les provocaba irritación y pérdida de juicio.

En el siglo XIX surge la Escuela Positiva, que concibe el delito como un hecho real, histórico y social y estudia a los y las delincuentes y su realidad. Sus máximos exponentes fueron Lombroso, Ferri y Garófalo. Lombroso afirmaba que los delincuentes eran natos, es decir, eran una subespecie de humano degenerado, marcado por una serie de estigmas transmitidos genéticamente. Una vez terminó sus estudios acerca del hombre delincuente estudió la criminalidad femenina y publicó el libro La mujer criminal, la prostituta y la mujer normal. Para el autor, las delincuentes eran seres inferiores, deficientes y con cambios bruscos de humor, malvadas y más viciosas que los hombres, masculinizadas. Consideraba que delinquían por sus sentimientos innatos de avaricia, celos, venganza y maldad, cometiendo más frecuentemente delitos de prostitución, aborto e infanticidio.

Todos estos estos estudios perpetuaban los estereotipos de género de la época, criminalizando a las mujeres que se salían de los patrones establecidos por la Iglesia y la sociedad. Al mismo tiempo, diversos autores intentaron que a las mujeres se les impusieran penas menores por sus características inimputables e infantilizadas. Es decir, por un lado, un grupo de expertos defendía que eran peores que los varones delincuentes, ya que querían ser hombres y perdían los sentimientos femeninos más intensos, pudor y maternidad, por lo que debían ser castigadas de forma más severa; por otro lado, otros autores las infantilizaban y defendían que sus penas debían ser menos severas por considararlas seres inferiores.

A finales de siglo y principios del siglo XX surgieron un grupo de teorías denominadas psicosociales que siguieron aplicando los estereotipos de género a las delincuentes. Entre los autores de dichas teorías destaca Freud, que relacionó la delincuencia de las mujeres con el desajuste de sus órganos sexuales, que según él limitaban sus activiades a los roles exclusivos de la esfera privada (cuidado, maternindad, trabajo dentro del hogar). Por tanto, una mujer que quería salir a la esfera pública o que delinquía era “anormal”, deseaba ser como los hombres y envidiaba los órganos sexuales masculinos.

Por su parte, entre las teorías intermedias destacan la Teoría de la Caballerosidad (Pollack) y la obra Sex and Society de Thomas. En la Teoría de la Caballerosidad, Pollack define a las mujeres como manipuladoras, con capacidad para el engaño y expertas en ocultar y encubrir sus crímenes. Asimismo, como  se desarrollan en la esfera privada, pueden cometer delitos que no tienen carácter público y por ello, su detención y castigo suelen ser bajos. Señala, incluso, que se las condena a penas leves porque los jueces sienten debilidad por ellas e intentan ocultar sus delitos.

Por su parte, Thomas añade que la mujer tiene un instinto natural de ser madre y cuando ese deseo no es satisfecho provoca que se convierta en delincuente. Por lo tanto, la forma de evitar la criminalidad femenina es hacer que las mujeres vuelvan a su rol tradicional.

 

La criminalización de las "malas mujeres"

Como hemos visto a través de estos ejemplos, durante muchos años los autores que hacían referencia a la delincuencia femenina en la criminología tradicional la abordaron a través de roles y estereotipos de género muy marcados, basados en la estructura patriarcal de sus sociedades. Definieron lo que era una "buena mujer", y las que se salían de esos parámetros eran merecedoras de castigo, hubiesen cometido o no un delito. Eran anormales, malvadas, envidiosas, masculinizadas etc.. Para ellos, ser mujer y delincuente era mucho peor que ser hombre y delincuente, pues perdían su rol de feminidad basado en la maternidad, el pudor y los cuidados. 

En esta línea se puede hacer referencia a la evolución del sistema penitenciario femenino español, que muestra cómo el objetivo de los poderes religiosos y políticos era erradicar y criminalizar a las mujeres que se salían de los roles asignados a su sexo. Para ello el Estado creó entre los siglos XVII y XIX las casas de corrección de mujeres y las galeras, centros educativos donde el modelo disciplinario se basaba en la corrección y moralización y donde se encerraba a todas aquellas que no cumplían con el perfil de “buena mujer”, desde vagabundas, hechiceras y prostitutas hasta aquellas que hubieran abandonado a sus hijos/as, se dedicaran al ocio o constituyesen, supuestamente, un peligro para las mujeres honestas.

 

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