Por Ana Fernández Quiroga, licenciada en derecho, Máster en Género e Igualdad y coordinadora en terreno de la ONGD Afrikable en Lamu (Kenia)
Esta pandemia mundial ha puesto en una situación inesperada a toda la sociedad. Sin embargo, a la hora de establecer las medidas sobre cómo paliarla tendría que adoptarse una perspectiva intersectorial, dado que sus consecuencias no afectan de igual manera a todas las esferas de dicha sociedad. Las mujeres que sufren actualmente violencias machistas son uno de los colectivos en mayor riesgo durante el confinamiento.
Las violencias machistas también son un problema global de primer orden, y sus datos no han disminuido en los últimos años (por desgracia, no hemos llegado al pico de la curva). La Organización Mundial de la Salud sigue situando en el 35% las mujeres de todo el mundo que han sufrido violencia física o sexual, llegando al 75% en algunos países (según los datos de la ONU para 2018). Y, a pesar de que las manifestaciones de violencia frente a las mujeres derivan del sistema patriarcal y se dan en el ámbito simbólico, institucional y personal, en el ámbito jurídico los legisladores, lejos de concebir el maltrato como una manifestación de la opresión de las mujeres en la estructura social, optaron por fijar la vista en la institución familiar y colocaron a las mujeres entre una multitud de sujetos “vulnerables” necesitados de especial tutela por parte de los poderes públicos, junto a los niños y los ancianos, como bien indica Patricia Laurenzo.
En medio de la situación crítica provocada por el Covid-19, el Gobierno de España ha tomado algunas medidas para la “protección” de las mujeres. En el último Decreto que establecía la suspensión de producción hasta el día 9 de abril ya se garantizaba la atención a las víctimas de violencia de género como servicio mínimo. Además, el Gobierno prometió garantizar alternativa habitacional para estas mujeres a través de alojamiento en hoteles, si los servicios de acogida no tuvieran disponibilidad. Desde el Ministerio de Igualdad se publicó una guía para mujeres que estén sufriendo violencia de género en situación de permanencia domiciliaria derivada del estado de alarma. En ella se recalcaba que las víctimas que salieran a la calle en busca de ayuda, ante una situación de peligro o emergencia, no serían sancionadas. También se introdujeron dos números de teléfono para dar “apoyo emocional inmediato” a través de WhatsApp: 682 916 136 y 682 508 507. Por tanto, al menos se han tenido en cuenta las posibles excepciones y se han destinados recursos a intentar paliar ese tipo de situaciones.
El aumento de la violencia sexual en tiempos de encierro
Sin embargo, en otros países con menos protección social hemos visto estos días noticias de cómo los casos de denuncias por violencias sexuales están aumentando. Por ejemplo, en Ruanda, varios soldados han sido acusados de violar a varias mujeres y niñas durante el estado de emergencia decretado por la pandemia del Covid-19, supuestamente mientras llevaban a cabo labores de control para hacer cumplir con la cuarentena decretada por el Gobierno para intentar frenar el avance del coronavirus. Ruanda no es el único país africano donde se han denunciado presuntas conductas violentas por parte de las fuerzas del orden. Algunas voces desde Sudáfrica, Kenia y Uganda han alertado de situaciones similares por parte de los cuerpos policiales. Y en Kenia, su Presidente Uhuru Muigai Kenyatta ha anunciado un preocupante incremento de casos de violencia sexual durante el tiempo de confinamiento. Sin embargo, frente a la gravedad de tales situaciones no hay medidas concretas de estos Gobiernos para frenarlas.
Cuando pedimos el confinamiento como medida de protección, necesitamos tener en cuenta a las personas para las que sus casas son más peligrosas que cualquier virus. Y cuando pedimos intervención policial o militar tenemos que estar seguras de qué tipo de intervención van a realizar. Aun en tiempos de confinamiento, es preciso plantearse la reflexión y sobre todo no olvidar a algunas víctimas de esta pandemia que para muchas personas e instituciones serán invisibles.
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2 comentarios
Muchas gracias Charo por tu perpsectiva de lo que sucede en Ecuador, que sin duda demuestra que la violencia en tiempos de confinamiento, lamentablemente, es extensible a todo el mundo.
Interesante artículo, que se lo puede seguir recreando con todo lo que le está sucediendo a las mujeres, a las niñas al interior de sus viviendas en cuarentena.
Los datos de la agresiones sexuales de las fuerzas policiales y ejército son alarmantes, que acá en nuestro país (Ecuador) aparecieron en el 2016 cuando el terremoto y con las poblaciones que tuvieron que vivir en carpas, campamentos, supuestamente resguardados por las fuerzas militares.
Creo que la vida en cuarentena, en confinamiento pone al descubierto la cultura patriarcal y machista naturalizada en la vida de todo y todas, con diferencias estructurales, dependiendo a que estatus social perteneces. En todos se producen manifestaciones de la violencia de género.
En nuestro país, esta situación recrudece en población en movilidad humana: venezolanas, colombianas y de otros países. En la que la mayoría tienen graves condiciones de pobreza que se agravan por el “quédate en casa”.
Felicitaciones por incluir estos temas con características de la VBG en los diferentes estratos y regiones del mundo.
Gracias.