Por Rebeca Santamarta, comunicadora y protocolista, actualmente en formación en marketing digital. Madre y defensora de una crianza respetuosa, en comunidad y feminista
Para muchas personas, el gran descubrimiento literario de este 2023 ha sido Annie Ernaux, la profesora y escritora francesa nacida en 1940 que ganó el pasado año el Nobel de Literatura y ha sido condecorada ya con más de una docena de grandes premios a toda su obra.
Dijo la propia autora, durante su discurso en Estocolmo para recoger el Nobelque: “Vengar a mi raza y vengar a mi sexo serían una sola y misma cosa a partir de entonces”. De esta manera explicaba cómo empezó a escribir para reivindicar sus orígenes y pronto entendió que existen, además de la raza, unas diferencias sociales entre hombres y mujeres que no lograba entender y que la ponían en una situación secundaria solo por su sexo.
Su literatura es así un entrecruzamiento de historia y feminismo, es la representación desde su yo más profundo enclavado en el devenir de la sociedad y los cambios que se suceden a su alrededor. Ernaux emprende un viaje desde su memoria para hacer una obra de arte a partir de su experiencia, presentando a la sociedad francesa como reflejo de un clima social que la va a marcar durante toda su vida.
De los 115 galardones del Nobel en literatura, Ernaux se convierte en la mujer número 17 en conseguirlo y en la primera de nacionalidad francesa. Su nombramiento ha destacado la veintena de títulos de una trayectoria con una producción literaria que, como dice al final de Una mujer: “No es una biografía, ni una novela, naturalmente, quizá algo entre la literatura, la sociología y la historia”.
La escritora francesa detalla en su obra los grandes acontecimientos de su vida como la muerte, la enfermedad, su primera experiencia sexual o el aborto al que se enfrentó en su juventud, y usa cada relato para enseñarnos la transformación social que ha vivido, volviendo lo personal político, pues todas sus experiencias están relacionadas con la situación vigente y pasa de los recuerdos al análisis de esa situación concreta desde el momento en que se sienta frente al folio en blanco.
Annie Ernaux escribe con un dinamismo y vehemencia que enganchan y atrapan en la lectura, y, como dice en Memoria de una chica (también al final): “La ausencia de sentido de lo que se vive en el momento en el que se vive es lo que multiplica las posibilidades de escritura”.
La vida como elemento clave
Si cada una de sus obras refleja un momento concreto de su pasado a partir de sus memorias, entre ellas se comparten esos momentos.
Une femme es un homenaje y recuerdo a su madre a partir de la aceptación su muerte: “Mi madre murió el lunes 7 de abril”. Entender quién fue esa progenitora a la que adoraba en su infancia, rechazó en su juventud y a la que volvió a valorar en su madurez, supone un análisis de la sociedad francesa de preguerra, el paso del campo a las fábricas, la educación abandonada y las ilusiones por lograr el ascenso social con el paso del mundo rural a la ciudad. Su madre fue quien le inculcó el amor por la literatura y quien se esforzó porque Annie lograra lo que ella no había conseguido.
Mémoire de fille supone su propio redescubrimiento, volviendo al momento en el que por primera vez sintió su libertad sexual durante unas colonias de verano, y plasma cómo su liberación la enfrenta ante la moral y costumbres de una época, 10 años antes de mayo del 68, en la que la decencia de la mujer era más cuestionada. Relata, también, las burlas de un entorno que no la defendió y que ya entonces ella no entendía, en una escena de acoso que hoy en día aún se repite “Cada día y en cualquier parte del mundo hay hombres en círculo alrededor de una mujer, listos para tirarle la primera piedra”. Con este relato, Ernaux se disocia de aquellos acontecimientos dirigiéndose a sí misma como “la chica del 58”, esa joven que marcó un antes y un después en su vida, de la que quiso alejarse pero siempre la perseguiría en ese recuerdo de una noche con H.
Ernaux logra con su obra trascender su autobiografía y, gracias al uso de la historia, como un personaje más, permite a quien la lee apropiarse también de esa historia y hacerla suya.
A pesar de ejemplos tan notables como el de Ernaux, a las mujeres nos sigue costando entrar en el canon literario más convencional: https://perifericas.es/blogs/blog/en-busca-de-las-escritoras-perdidas